Cuando hice el Camino de Santiago, uno de mis compis contó una historia acerca del significado de las piedras amontonadas que se encuentran a lo largo del recorrido. En resumen, representan las culpas/pecados/problemas que llevan los caminantes y que dejan como simbolismo de liberación de los mismos. Sin embargo, en nuestro grupo, le adjudicamos el simbolismo de representar una persona con la que quisiéramos hacer el camino y que por alguna razón no nos pudieron acompañar. Yo os voy a contar sobre la persona que representó mi piedra y porqué no pudo acompañarme.
Compañero del Camino de Santiago
Es un hombre de tez tostadita por el sol, pelo negro azabache, ojos color miel con una mirada que sonríe a la par de sus labios y de baja estatura en centímetros, pero de grandes dimensiones en ideas y filosofía de vida. De pequeño vivió en la ciudad de la eterna primavera y cuando tenía 30 años se marchó a un país diferente cargado de sueños; allí trabajó el algodón para su uso en diferentes ámbitos, obteniendo un sueldo razonable para sacar adelante a su mujer y sus 4 peques.
Nos conocimos cuando su primera hija le hizo abuelo. Obviamente, los primeros años de nuestra relación los recuerdo vagamente, pero con el transcurrir de mi infancia, empezamos a dar paseos casi interminables cuando el trabajo se lo permitía. Recuerdo sobre todo nuestras salidas a pantanear (pasear cuando paraba de llover para saltar charcos intentando «no caer» en el barro jejejeje) porque además de resultarme muy divertido que dejase que me manchara, escucharle hablar de cada cosa que nos encontrábamos en el camino de una manera tan descriptiva como apasionada simplemente me encantaba.
Cuando llegué a mi adolescencia, los paseos fueron a menos. Nos encontrábamos con un cafecito en las meriendas y le veía jugar con mis hermanas pequeñas. Un día, surgió la oportunidad de subir juntos al Pico Naiguatá, lo cual me permitió volver a pasear con él y disfrutar de las maravillas de la naturaleza con su particular manera de describir y apreciarlo todo. Cuando llegamos a la cima, al verme en su grata compañía (y en la de mi padre y uno de mis tíos) me invadieron un cumulo de emociones bonitas, que llevo conmigo siempre. Y para ponerle la guinda a tan precioso momento, mi abuelo dijo algo como: «Vea mija, esto es la vida caminar por ella, saboreando cada paso, aunque haya tramos difíciles, porque al final de nuestros días tendremos la recompensa de haber sido felices siempre. ¡Es como respirar este aire puro que nos regala la naturaleza!» (en mi cabeza suena con ese rico acento colombiano)
En el momento en que su hija, mi madre, decidió junto con mi padre, marchar con nuestros sueños a un país diferente; él y yo, nos abrazamos fuertemente y a continuación me dijo: «Hágalo bien mija, para usted, para su buena salud emocional y física. Hágalo todo bien, lo que hagan los demás es cosa de ellos. Viva su vida y haga cada día cosas que la hagan feliz», nos volvimos a abrazar y prometimos vernos prontito. Desde entonces, mi abuelo, me daba ánimos en cada llamada telefónica, para seguir pa´lante, era como dar un paseíto.
Un día, cuando salía de trabajar, llegó a mi Whatsapp, una nota de voz, que contenía una noticia que tuve que escuchar varias veces para procesarla. En ese proceso, mis lágrimas salieron sin aviso y mi mente se transportó a millones de momentos vividos con mi abuelo; y cuando caí en la cuenta de que nunca nos volveríamos a abrazar me dio como un berrinche de niña pequeña, porque habíamos prometido vernos prontito y nos habíamos fallado. Inmediatamente después, volví a escuchar la nota de voz y comprobé que mi primo me pedía dulcemente que fuese yo quien se lo contara a mi madre… Respiré profundo y recordé cuando mi abuelo decía (con un acento muy colombiano): «Hay que ser verraco mija, no se llora por bobadas, hay que levantarse y seguir, que pa´luego es tarde»; así que entre lágrimas convoqué a mis hermanas para una reunión familiar extraordinaria en la que le contáramos a mi madre lo ocurrido. Entre abrazos y lágrimas, nos consolamos con lo que nos dijo mi primo: se marchó tranquilo y feliz como siempre. En realidad, para nosotros: «El abuelo Chochi está haciendo yoga en otra parte».
Así que, como mi abuelo esta en otro plano «haciendo yoga», decidí que fuese mi piedra para que me acompañara a recorrer los preciosos parajes del Camino; y cuando llegamos le dejé en un bonito lugar de Santiago rodeado de naturaleza.
Busqué entre todas mis fotos, pero no encontré alguna en la que saliéramos juntos mi abuelo y yo. Sin embargo, encontré estas dos fotos que lo muestran en uno de sus sitios favoritos, acompañado de mis hermanas… Diferentes momentos y diferentes nietas, pero con su sonrisa intacta. Sonrisa que llevo en mi corazón y que reparto en cada acción para seguir su legado #HacerCosasQueMeHaganFeliz.
Te quiero mucho abuelito #SiemprEnMiCorazon
Historia escrita en el año 2016
AdrIsa 😘