Hace un par de semanas os contaba en bondaries la importancia de establecer límites sanos en todas nuestras interacciones con la finalidad de no sobrecargarnos o sentirnos incómodos. Hoy os cuento algo que se relaciona mucho con esos límites, puesto que a lo largo de los años y en diferentes trabajos me he enfrentado a situaciones en las que asumí el compromiso de realizar actividades que no estaban dentro de mis funciones ni mi horario, porque me sentía implicada en el trabajo y porque sentía que si no daba muchísimo más, no estaba actuando todo lo profesional que debía ¿Os ha pasado?
La verdad es que además de la profesionalidad, siempre he pensado que hacer más y mejor beneficia a todos y es la manera de optimizar el trabajo; sin embargo he comprobado que ese «hacer de más» no está valorado por las personas en cargos superiores y además suelen asumirlo como parte del trabajo exigiendo la realización de esas funciones cuando por alguna razón (como salir a la hora que corresponde) no se hace… Y es justo al momento de exigir, cuando entra lo que yo llamo «contrato emocional», porque recurren a nuestras emociones, alegando con todo tipo de estrategias insanas las razones por la cuales debemos cumplir con lo que nos piden; os doy un ejemplo de algo que me ocurrió a mí:
«Surgió un evento fuera del horario laboral y me pidieron que preguntara entre mis compañeros quienes podían asistir, obviamente esas horas se pagarían a mayores de la nomina. Realicé la pregunta, pero todos (incluida yo) tenían ese día ocupado con otras actividades; así que llamé a mi superior para comentarle que para esta ocasión no podrían pero que si había otro evento y se les avisaba con más tiempo esperaban que se les tomase en cuenta»
Al día siguiente mi superior me llama y me dice: «Alguien tiene que poder si o si».
Me quedé un poco desconcertada y le volví a explicar que la gente tenía compromisos ya adquiridos con antelación; entonces empezó a darme los siguientes argumentos: alguien tiene que poder porque después van pidiendo más horas y no se implican cuando se les pide algo, yo también he tenido que hacer cosas que me piden y no me apetecía, así lo que consiguen es que se les ponga una «X» y para próximas ocasiones ya no se les tomará en cuenta. Yo le respondí bastante enfadada que me parecía absurdo descartar a las personas porque una sola vez han dicho que no pueden» Evidentemente la conversación duró un buen rato, sin embargo solo quería destacar los argumentos que me proporcionó mi supervisor; puesto que ellos encierran ese «contrato emocional» (del que él también es víctima) que busca a través de exigencias infundadas o amenazas implicar al personal ¿Lo veis tan claro como yo?.
Entiendo que la situación laboral actual favorezca los «contratos emocionales» en los que el miedo a perder el trabajo prima ante la valía y los aportes que realiza el trabajador, propiciando además que personas poco validas pero aduladoras se mantengan en los puestos de trabajo; no obstante debemos defender nuestros puntos de vista siempre desde el respeto y decir que no a realizar actividades o mantenernos en situaciones incomodas sin sentirnos culpables ni poco profesionales.
Contadme, ¿Os sumáis a evitar los contratos laborales emocionales?
Historia escrita en el año 2017
AdrIsa 😘