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¿Mala madre? ¿Instinto maternal?

En primer lugar, quiero disculparme por no subiros todavía la historia que os prometí con recetas y tips para aplicar todo lo que os cuento en Procesos Parte 2; lo que pasa es que como os he dicho muchas veces, mi blog es un espacio en el que siempre os he contado las historias y reflexiones que me surgen en mi día a día; y aunque sigo aplicando todo lo que os conté en las tres partes de Procesos y tengo casi acabada la historia sobre las recetas y tips importantes para aplicar esos nuevos hábitos alimenticios y de vida; a lo largo de mi embarazo he estado más avocada en averiguar un poco sobre lo que se cuece en el mundillo de ser padres a través de diversas lecturas, de conversaciones con amigas, de consultas con mis padres y suegros, de asistencia a charlas y por supuesto de visualizar videos de YouTube y cuentas de Instagram relacionadas con el tema; así que llegando casi al final de esta etapa de 9 meses, tengo en la punta de la lengua dos reflexiones sobre todo lo que he visto y no puedo evitar compartirlas con vosotros porque así lo siento ahora y necesito plasmarlo antes de empezar con la parte practica, porque así también podré recurrir a mis palabras cuando tenga dudas o cuando haga todo lo contrario a lo que pensé que haría.

Como os dije en “Que sí, ¡yo también!” esto es un acto de vulnerabilidad absoluta, porque a lo mejor en 9 meses o menos, me tengo que ir a un embalse para pasar con agua cada una de mis palabras escritas; pero para mí es importante hacer esto porque será un forma de confirmar cómo y cuánto pueden distar la teoría de la práctica en el diario vivir así como reafirmar que “el cambio es lo único constante” y la garantía de que estamos vivos.

Vamos a ello.

El título de la #NuevaHistoria lleva dos palabras tachadas: Mala y Maternal, el motivo es la reflexión en voz alta que os cuento:

¿Mala madre? ¿Instinto maternal? .

Seguramente os estaréis preguntando porque tacho lo de mala y maternal; pues porque no creo en el título de mala madre aunque se use de forma sarcástica para justificar lo que por diversas razones no hacemos como madres; ni tampoco veo lo del instinto maternal como exclusivo de las mujeres.

Me voy a explicar con más detalles:

Lo de “soy mala madre” que pulula en el ambiente para justificar que al tener hijos no se puede llegar a todo, me resulta chocante, porque considero que eso no es ser mala madre. Es ser simplemente humana y real, como todas las madres del mundo, porque el que la mujeres ahora salgamos a trabajar y además persigamos nuestros sueños y metas como seres individuales que somos ha agregado un plus de presión a lo que implica la maternidad, no quiere decir que las madres que solo se quedaban en casa no lo tuviesen, porque aunque no salían de casa, quien ha estado en casa sabe perfectamente que cuando todos los miembros de la familia  salen a sus respectivos quehaceres, la casa no se paraliza porque hay que lavar, planchar, comprar la comida, cocinar, servir esa comida, recibir a los que vienen, ayudar a los peques con los deberes… y pare de contar hasta empezar otra vez.

Además, aunque nuestras bisabuelas, abuelas y madres  no contaran con la comparativa de otras madres a través de Instagram (en donde se puede encontrar desde la madre que tiene todo al dedillo organizado hasta la que solo sabe repetir que es mala madre porque no llega a todo); cada vez que iban al mercado se encontraban a la “perfecta de turno” para trastocar y enjuiciar todos sus esfuerzos y malabares por hacer de la maternidad y el cuidado de la casa lo mejor que sabían y podían.

Entonces, creo que en la actualidad se pone mucho el foco sobre todo lo que se pierde o no se puede hacer como madre porque no debemos/podemos anularnos como personas individuales. Y eso creo que es un error, porque:

  • En primer lugar, dónde queda la sororidad entre nosotras las mujeres al respetar y permitir que cada madre haga con sus herramientas y tiempo lo que puede/quiere sin necesidad de tildarnos malas/buenas por hacer mucho/poco en casa o fuera de ella.
  • En segundo lugar deberíamos ampliar esa sororidad para con los padres, porque aunque parece que ellos pasan más tiempo fuera y la paternidad se las trae al pairo, tendríamos que valorar el contexto de porqué lo hacen, ya que en la mayoría de los casos lo que yo he visto es que aunque las madres estemos defendiendo nuestras carreras y sueños como unas grandes campeonas haciendo de todo, lamentablemente la sociedad, que aun no ha cambiado totalmente, sigue valorando más a un hombre en su desarrollo profesional remunerándole mejor y  jamás tildándolo de mal padre por dedicar la mayor parte de su tiempo a ese desarrollo.

En definitiva, creo que el error es enfocarnos en la comparación, porque como también os lo decía en “Que sí, ¡yo también!”, comparar es dañino porque somos seres únicos y gestionamos nuestra realidad como buenamente sabemos y podemos.

Además, no sé si os habéis dado cuenta de que incluso es absurdo buscar comparativas con nuestras propias maneras de hacer las cosas hace tiempo atrás, porque encontraremos diferencias con respecto a lo que pensábamos en ese momento y seguramente con los conocimientos de ahora  y las  experiencias adquiridas buscaríamos otra manera de hacer las cosas e incluso nos machacaremos por haber cometido esos “errores”, ya que lo podíamos haber hecho mejor.

Hacerlo mejor debe ser el enfoque, porque así podremos ver con otra perspectiva las formas de hacer de otros, tomando de ellos lo que mejor se adapta a nuestra forma de hacer las cosas. Os doy dos ejemplos:

  1. Si yo no soy una persona organizada al dedillo en los diferentes ámbitos de mi vida y me va bien, ¿porque quiero aplicar lo que me cuenta la madre que tiene todo a punto y organizado?. Sí, puedo tomar tips de ella, pero amoldándolo a mi vida; porque eso sin duda será lo mejor para mis hijos.
  2. Si yo soy una mujer que está en pleno despunte profesional y quiero ser madre, ¿tengo que escoger? Creo que no, porque se puede buscar un balance que me permita disfrutar de las dos cosas que me motivan y hacen feliz: mi familia y mi trabajo. Sin embargo, es cierto que las políticas empresariales actuales favorecen más la incorporación del padre a su trabajo puesto que como la remuneración económica sigue siendo mejor para hombres, somos las mujeres las que debemos hacer malabares con nuestro sueldo y jornada para seguir estando presentes para los hijos.

¿Lo veis?

¿Podremos entonces buscar juntos lo que nos favorezca para ser mejores padres, incluyendo más a los hombres en las actividades que se refieren a la paternidad y más a las madres en lo que se refiere a crecimiento profesional; para que la conciliación sea de verdad familiar y no solo maternal?

Y justo después de esta gran pregunta que de momento no tiene una respuesta sencilla ni específica porque hay mucho que cambiar para que de verdad exista la conciliación familiar; me ha venido la segunda reflexión que ya había empezado a vislumbrar hace unos años atrás, pero con el embarazo se me ha agudizado mucho más.

Un paréntesis:

Antes de ir con la otra reflexión os voy a recomendar dos cosas:

  • La primera, una serie de Netflix que refleja lo que os digo de que la sociedad debe seguir evolucionando con respecto al desarrollo de la mujer tanto a nivel profesional como familiar: Working Moms.
  • La segunda, un podcast de Erika de la Vega, en el que Camila Canabal a partir del minuto 54, 02 habla sobre lo que comparte en las redes. Su reflexión #MEncanta y aquí os la voy a parafrasear: Comparto aquello sobre lo que me siento cómoda, porque cuando se habla de más luego las palabras no las puedes recoger y sinceramente hay cosas sobre las que no quiero recibir las opiniones diversas de otros, por eso no suelo hablar sobre mis hijas o lo que hago como madre, ya que la única opinión que me interesa saber es la de mi pareja que es con quien comparto el ser padres.

Esa reflexión, me hizo pensar en aquellas personas que fuera de las redes también se sienten con la libertad de opinar cuando te ven actuar de una forma determinada en algún momento puntual, porque realmente no saben si es algo que aplicas siempre o solo lo has hecho en ese  momento. Por ejemplo: dejarle a tus hij@s comer chocolates o no dejarles; decirle a tus hij@s que no hagan los deberes hoy o que los hagan y además estudien la lección que aun no han visto. Ninguna de las opciones escogidas en ese momento específico te harán mejor o peor madre/padre, lo importante es lo que hagas habitualmente y por eso una opinión puntual no debe hacernos tambalear lo que hemos decidido hacer con nuestros hijos, nuestro estilo de vida, nuestro dinero.

Nadie es quien para opinar sobre lo que decidimos hacer con nuestras vidas, aunque por escuchar otras perspectivas tampoco perderemos nada.

Fin del paréntesis… Seguimos con la otra reflexión:

El instinto maternal . . .

Lo del instinto maternal,  fue algo que me preguntaron muchísimas veces cuando cumplí los 30 años, y por supuesto desde entonces he ido afinando mi respuesta, mas sin embargo, recuerdo claramente que  la primera vez me dijeron: “Con lo que te gustan los niños ¿no te ha surgido el instinto maternal?  Porque podrías valorar la opción de tener un hijo por tu cuenta, ya que no tienes pareja ni miras a tenerla antes de que se te pase el tiempo…” Ufff, recuerdo que en mi cabeza hice un gran suspiro y luego dije un no sin más; lo cual sorprendió a mi interlocutor y cambiamos de tema.

Entonces, con el paso de los días y meses en mi nueva década, de vez en cuando surgía la misma pregunta y yo volvía con mi no simplista.

Hasta que un día, sola en casa, me puse a reflexionar sobre la dichosa pregunta y me di cuenta que ciertamente me encantaban los niños y por supuesto quería ser madre, pero con todos los conocimientos que tenía y las diversas situaciones familiares que había visto a lo largo de mi vida trabajando con niños; el instinto maternal no me era suficiente como para lanzarme a tener un hijo yo sola (cosa que admiro de quienes así lo deciden…me quito el sombrero ante vosotr@s), ya que quizás por la familia grande que tengo y los muchos buenos amigos con los que cuento; para mí no tiene sentido traer a un niñ@ al mundo solo porque yo lo quiera, porque creo que es importante que haya otra persona que además de ayudarme a concebirlo tenga tanta ilusión como yo de disfrutar de un hijo y que además esa persona tenga también una familia y amigos que nos respalden física, mental, espiritual y emocionalmente.

Entonces, fue así como concluí que lo mío no era instinto maternal, era y sigue siendo instinto familiar, porque siento que los niños necesitan una red de personas que les amen y con las cuales puedan interactuar y aprender.

Así mismo, me doy cuenta que los principales responsables de que a los padres se les etiquete como poco implicados, somos todos los que conformamos la sociedad, porque no suelo escuchar a nadie (yo también me incluyo) preguntándole a un hombre al cumplir 30 años si ya siente el instinto paternal llamando a su puerta y mucho menos si se plantea tener un hijo solo ya que no tiene pareja ni miras a tenerla antes de que se le pase el tiempo.

Aunque yo nunca he hecho la pregunta, sí conozco muchos hombres a los que les hace #Ilusión ser padres pero no van vociferándolo por todas partes ni tampoco dándose golpes de pecho por no poder serlo. Así que sin estadísticas elaboradas, yo puedo decir que el instinto de tener hijos también se les despierta a los hombres, pero lo manifiestan de forma diferente.

Otro fallo en la teoría del instinto exclusivamente maternal, se encuentra, desde mi punto de vista, en que como las  mujeres producimos óvulos hasta cierta edad y los hombres producen espermatozoides siempre; se piensa que ellos pueden asumir el rol de padres en cualquier momento… Pero no es cierto, porque a más años, más complejo se hace gestionar las interacciones con un nuevo ser y entonces se le vuelve a cargar a la mujer con todo el peso de llevar a un hijo.

Así que no creo ni en las malas madres ni en el instinto maternal… ya me diréis que pensáis vosotros

Sin embargo, reconozco que con el embarazo le he dado muchas vueltas al  asunto de si lo haré bien como madre y si mi marido lo hará bien como padre… Entonces, en esos momentos de dudas hemos conversado sobre nuestro miedo a lo desconocido, y al final la conclusión ha sido que estamos juntos en esto y daremos todo lo mejor de nosotros para hacerlo bien.

Además, nuestras familias están muy contentas y no dejan de repetirnos que están con nosotros para apoyarnos en lo que nos haga falta. Lo mismo ha ocurrido con nuestros amigos, porque después de la felicitación nos dicen que lo vamos a hacer bien.

De hecho, uno de ellos me dijo algo tan bonito que tengo que compartirlo con vosotros: “Después de tratar con tantos niños a lo largo de tu vida, uno propio es solo aplicar amor y sentido común, a nada que le des un par de clases al papi los tienes a los dos en la palma de la mano”

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Sinceramente, me siento súper #Agradecida de tener en mi vida a una preciosa #FamiliAmigos, porque sin importar las distancias físicas ni los quehaceres diarios, han estado acompañándonos en estos 9 meses y sé que continuaran allí cuando nazca el nuevo miembro de la familia… Son una gran red de seguridad en la que además de apoyarnos mi marido y yo, serán una bonita fuente de amor y compañía para Bruno.

Antes de terminar, os comento que la llegada del nuevo miembro de la familia está muy cerca, por lo que seguramente esta es la última historia que os cuento por este año.

Es solo un Hasta pronto…Volveré lo antes posible, cuando las nuevas rutinas con el peque ya las tengamos asimiladas en la familia y pueda sentarme a escribir.

Cuidaros muchísimo, evitando las comparaciones que son todas odiosas y por supuesto buscad experiencias y momentos que os colmen la vida de sonrisas, para sobrellevar los momentos que menos nos gustan y entristecen;  porque solo tenemos UNA VIDA Y HEMOS VENIDO A DISFRUTARLA.

Por cierto, disfrutad de la Navidad coleccionando momentos y sonrisas en vez de cosas.

¡Un abrazo y un beso gigantes!

Historia escrita en el año 2019

AdrIsa 😘

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