Antes de comenzar con la historia de hoy, os cuento que cuando me puse a organizar el tiempo para dedicarle un ratito cada día a escribir, sentí un poco de ansiedad porque me encantaría publicar todas las historias que tengo en mente. Tranquilos, no quiero publicar en noviembre las 368 que os puse el otro día, pero si unas 4 ó 5. Como ya os dije, si publico 1 me daré por bien servida, así que me puse unos horarios y punto.
Superado ese momento de organización tocaba decidir cuál de las historias que os quiero contar será la que empiece a desarrollar, considerando que puede ser la única que salga en Noviembre.
Le di muchas vueltas y al final la ganadora ha sido: QUE SÍ, ¡YO TAMBIÉN!
Vamos a ello.
La historia de hoy surgió mientras iba desarrollando cada una de las partes de #Procesos y por supuesto cuando las publiqué, por lo que viene siendo un cumulo de reflexiones que me iban surgiendo cada vez que alguien me hacia algún comentario acerca de lo que plasme en esas historias tan personales.
Es por ello que se llama “Que sí, ¡yo también!”, porque el ser consciente de las cosas que debo mejorar y estar trabajando en ellas, no me eximen de equivocarme, soy humana y el ser consciente de cómo debo actuar sin reaccionar no me hace perfecta; más bien me hace más atenta para darme cuenta qué hago y cómo; estando así más expuesta y por supuesto vulnerable.
A mi me hace bien ser vulnerable porque así soy capaz de ver nuevas y mejores formas de hacer las cosas.
Sin embargo, puedo comprender por qué las personas temen mostrar sus vulnerabilidades; ya que cuando yo he reconocido abiertamente mis fallos o debilidades dentro de mis #Procesos en mis interacciones con personas de mi confianza y de las que espero apoyo, generalmente las han utilizado para señalarme y juzgarme diciendo: ¿A ver, no decías que eso no lo hacías? ¿y cómo es que hoy haces así si decías que eso no? ¿Y te vas a comprar eso sí dices que no llegas a fin de mes? ¿y te vas a comer eso? ¿y usas tal cosa cuando dices que respetas el medio ambiente? ¡AY! LARGO SUSPIRO. Porque así aplican infinidad de juicios; y que sí, yo también he hecho antes de ser consciente que haciéndolos hago daño.
Mi vulnerabilidad y atención me permiten vivir mejor con la constante del mundo: el cambio y la evolución; por eso evito en la medida de lo posible soltar los “yo nunca” QUE SÍ, LOS HE SOLTADO, porque como os decía al inicio de esta historia: No busco ser perfecta, sólo ser consciente de mis reacciones para cada día hacerlo mejor.
Y en hacerme consciente, la vida me ha ayudado mucho, ya que cuando he dicho por ejemplo: “yo haría esto así” me pone a prueba con una situación en la que resulta complejo “hacerlo así” como he dicho; y ni que contaros de cuando he enjuiciado o criticado a alguien, soltando: “Buf, pues fulano está equivocado porque las cosas no se hacen o dicen así” porque mas rápido de lo que se sacan fotos actualmente, la vida me pone enfrente la situación que critiqué y que seguramente sólo se pueda atacar como lo hizo fulano. Por eso me cuido de criticar a otros o soltar rotundidades, porque sé que tarde o temprano pudieran caerse mis absolutos como se caen las piezas del jenga.
De hecho, como sabéis, soy profe y llevo muchos años trabajando con niños; por eso a veces unas amigas del instituto que tienen hijos, de vez en cuando me preguntan o debatimos acerca de todo lo que se relaciona con la crianza de los hijos y las diferentes formas de hacer las cosas que se van encontrando a medida que sus peques crecen; entonces yo les cuento la retahíla de teorías y de cosas posibles para hacer en la situación que transitan con sus peques; pero al final les suelto: todo esto en teoría, que la práctica es otra cosa, ya que yo aún sabiendo todo lo que se también me equivoco y reacciono de forma inadecuada en la interacción con los peques, por ejemplo decirles: No quiero escuchar razones, tienes que estar sentado y punto porque lo digo yo; aunque se perfectamente que eso no les ayuda a gestionar sus emociones y acciones óptimamente, pero soy consciente de ello, y luego de soltar esa reacción intento buscar el momento para conversar con ese peque al que no quise escuchar y sobre todo intento por todos los medios no volver a repetir, porque no se puede estar secando siempre el agua derramada; lo mejor es prestar mucha atención siempre para evitar derramar el agua, ya que son heridas que se van sembrando en lo profundo del ser de ese o esos peques; y cuando llegan a grandes por algún poro (es decir, en alguna interacción) les saldrá sin darse cuenta ese reaccionar inadecuado o esa gestión errónea de sus emociones.
Esto también es sanador para no juzgar por ejemplo a nuestros padres por lo qué hicieron o no, ya que con sus conocimientos y formas de gestionar sus #Procesos, lo hicieron (perdonar la expresión) de puta madre; y seguramente ahora nos pidan actuar de otra forma con nuestros hij@s no porque se hayan hecho mayores y están perdiendo la dureza, es simplemente que han decidido seguir creciendo como personas y ven en el cambio la garantía de estar cada día mejor.
Entonces, para no extenderme más, voy a cerrar la reflexión de hoy comentando que la foto que acompaña esta historia, es un buen resumen de todo lo que os he dicho ya que aunque mi cara es sonriente, no podéis saber si la piedra me pesa poco o mucho (haciendo el símil de que la piedra pudiera ser cualquier situación que este atravesando). Quizás por el tamaño pensareis que aquello es un suplicio, pero pudiera ser que yo no lo veo así y aunque pesa mogollón no dejo que eso me impida sonreír y sentirme agradecida.
Sin embargo, siguiendo con el símil de que la piedra es cualquier situación, adversa o favorecedora, que pudiéramos atravesar en nuestros #Procesos a lo largo de la vida, el tamaño de la piedra no siempre se relaciona con el peso que cargamos; es decir que la perspectiva solo depende del intérprete, porque quizás yo esté llevando una carga bastante pesada en mis diferentes #Procesos, pero como mi actitud no es de sufrimiento, la gente puede pensar que no pesa o es ligera, pero como ya os he dicho en diferentes ocasiones, las comparaciones son un gran error y nos llevan a sacar conclusiones desafortunadas, puesto que aunque por ejemplo, mi dolor sea porque perdí a un familiar de una forma trágica y el de otra persona sea porque ha perdido unas oposiciones; no quiere decir que un dolor es más grande que otro. O por ejemplo, que yo me sienta súper feliz porque me reúno a menudo con mi familia y otra persona se sienta plenamente feliz viajando sola por el mundo; no quiere decir que una alegría es mejor que otra. Simplemente no son comparables y cada cual lleva sus dolores, alegrías, rabias, reflexiones, etc. de la mejor forma que sabe y puede; es decir: Gestionamos los #Procesos de forma diferente y eso no nos hace ni mejores ni perores, solo nos confirma lo únicos que somos y la importancia de no meternos en generalizaciones porque acabaremos viviendo una vida que a otro le resulta sencilla, pero que a nosotros no nos sirve porque tenemos otros recursos, herramientas, formas de actuar, de pensar, etc.; y sinceramente no merece la pena pasar la vida sintiéndonos culpables por no encajar en determinadas generalidades, ya que SOLO TENEMOS UNA VIDA para DISFRUTAR con todo lo que nos presente, procurando que cada día al final del día encontremos una razón para #Agradecer el haber podido respirar un día más y así tener la #Ilusión de que mañana volveremos a hacerlo un poco mejor para encontrar en cada nuevo día más y más razones para estar a gusto con la vida.
Historia escrita en el año 2019
AdrIsa 😘