Un fin de semana de mayo de 2016, tuve la oportunidad de asistir a una formación en Educación Emocional con Mar Romera; y por supuesto me traje un montón de herramientas para entrenar mis emociones. Sin embargo, el apunte más significativo fue la diferencia de mi respuesta con relación a la del resto de asistentes, a la siguiente pregunta: ¿Tenéis recuerdos positivos de alguno de vuestros maestros de primaria?. La respuesta generalizada fue que no recordaban muy bien a sus profes de cuando eran pequeños o bien el recuerdo no era precisamente agradable.
Mi recuerdo positivo
Nos conocimos en un aula, ella de profe (súper jovencita) y yo de alumna (5 años). Su gran sonrisa es la característica más relevante que recuerdo. Juntas, vivimos un montón de aventuras, literalmente, ya que éramos vecinas y por supuesto los lazos se estrecharon más allá de las paredes del cole.
- Pasamos muchas tardes haciendo deberes.
- Hicimos un montón de manualidades para obras de teatro.
- Escuchamos y bailamos muchas canciones de NiFu NiFa (unas payasitas muy famosas en mi país).
- Viajamos hasta la casa de sus padres, en las profundidades de mi bonito país en dónde conocí esa gran represa llamada Guri, los dos grandes ríos que se tocan pero no se mezclan. Y la gran belleza de una familia sencilla y con los brazos abiertos para recibirme con mucho cariño.
No obstante, el recuerdo más positivo ocurrió al principio de nuestra relación y dentro del aula:
La actividad asignada era cubrir un dibujo con bolitas de papel de seda de colores. Mis compis de mesa y yo, empezamos a hacer bolitas; y mientras hablaba, les ayudé a completar sus dibujos… Cuando llegó la hora del recreo, todos habían terminado y mi dibujo a medio cubrir. La maestra se sentó junto a mí y aunque su rostro mostraba algo de enfado, me dijo:
Maestra: A ver Adrianita, ¿me quieres contar qué ha pasado?
Yo: No se, solo quería ayudar
Maestra: Eso está bien, pero ¿sabes que la actividad no la has terminado?
Yo: Si, y por eso estoy castigada sin recreo
Maestra: ¿Quién te dijo eso?
Yo: Nadie, pero como todos salieron y yo no, estoy castigada
Maestra: Yo tampoco he salido, ¿estoy castigada?
Yo: No maestra, tú no has hecho nada malo
Maestra: Tu tampoco has hecho nada malo
Yo: Si, no he terminado la actividad
Maestra: Eso no es algo malo, simplemente es una decisión
Yo: No entiendo
Maestra: ¿Ayudar a tus compis es algo bueno o malo?
Yo: Es bueno porque acabaron, pero es malo porque yo no acabé mi dibujo.
Maestra: Te vuelvo a repetir, el no haber acabado tu dibujo es solo una decisión.
Yo: Sigo sin entender
Maestra: Tú has decidido cambiar tu rato de recreo por el rato de trabajo
Yo: No entiendo
Maestra: Hablar y ayudar son cosas buenas, aunque decidiste hacerlo en el momento en el que había que trabajar en otra cosa: Cubrir tu dibujo con bolitas, ¿me estoy explicando?
Yo: Creo que si
Maestra: Entonces, ahora mientras todos hablan o juegan tú debes terminar el dibujo; pero no es un castigo, es simplemente cumplir con lo que te pedí, ¿estás de acuerdo?
Yo: ¿Y si acabo mi dibujo, podré ir al recreo?
Maestra: Así es
Quizás fue ese día cuando aprendí el significado de «trabajar bajo presión», porque cubrí mi dibujo, me quedó bonito y además pude salir al recreo (solo 10 minutos jejeje, pero me los disfruté mucho). Y aunque a lo largo de mi carrera estudiantil (infantil, primaria, instituto, universidad, máster, cursos varios) tuve castigos por hablar mucho en clase. Aquella explicación sobre las decisiones y los tiempos para cada actividad; la llevo grabada a fuego porque ser enseñado por alguien que ama lo que hace es la manera más bonita de aprender.
Gracias mi linda maestra, ¡te llevo conmigo siempre!
Historia escrita en el año 2016
AdrIsa 😘