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Sin etiquetas ni garantías (Parte 1)

Llevo varios días recibiendo, a través de diferentes redes, una carta titulada «Sudacas roba empleo». Obviamente la he leído muchas veces. Coincido cuando dice que esa afirmación no es del todo cierta ni tampoco es del todo falsa; y que entender esa media verdad es la clave para que el español promedio comprenda el fenómeno de la inmigración venezolana.

Yo agregaría que no es solo tarea del español promedio, es más bien un saber comprender la visión del que sale de su país y del que recibe en su país. Aunque esa comprensión, como todo en la vida,  se logra con el conocimiento. El conocimiento del otro y de su realidad. Sin embargo, luego de muchos cafés escuchando a ese ciudadano del mundo (que salió o recibió), puede que sigamos sin comprender cómo actúa y porqué lo hace.

Toda esta reflexión, me motiva a contar la historia de 7 venezolanos con su mascota, que salieron hace casi una década (en el 2007) de su preciosa Venezuela.

Sin etiquetas ni garantías

La primera parte de esta historia empieza en un apartamento pequeño de una zona popular de Caracas, Catia, cuando se sientan a hablar los tres adultos de la familia: Padre (trabajador en  el sector farmacéutico), madre (trabajadora en el sector bancario) e hija mayor (trabajadora en el sector educativo). Conversan acerca de la situación en sus sectores de trabajo, y concluyen que se avecinan innumerables cambios restrictivos que no son favorables y que a la larga pueden desencadenar el detrimento de la calidad de vida. Sin embargo, salir del país no es la primera opción, así que empezaron a buscar apartamentos en otras zonas de la ciudad y en otras ciudades más tranquilas. Entre tanto, llegó una oferta para irse como grupo familiar a Australia, así que la opción de emigrar se puso sobre la mesa. Luego de valorarlo, recolectaron todos los requisitos y se presentaron en el consulado; pero no fueron seleccionados entre las familias postuladas.

Continuaron buscando apartamento, aunque no encontraban uno que se ajustara al presupuesto. Fue entonces cuando volvieron a poner sobre la mesa la opción de emigrar y presentaron los papeles en los consulados  portugués y colombiano. La búsqueda de los papeles originales de la nacionalidad del abuelo y la traducción de la documentación fue un proceso largo y sin ningún resultado favorecedor en el consulado de Portugal. La situación de desconcierto en el país vecino, similar a la venezolana les hizo paralizar el proceso en el consulado de Colombia.

Dispuestos a hacer el cambio que sentían necesario para la familia, cogieron todos los papeles recolectados y se presentaron en el consulado español; sin embargo tuvieron que buscar más papeles porque los requisitos para que una familia numerosa con una perrita emigre, son muchísimos. Luego de varias entrevistas y papeles entregados, les concedieron la nacionalidad. Y cuando estaban a punto de celebrarlo, se preguntaron: ¿De dónde sacamos para pagar los pasajes de todos? ¿A qué ciudad nos vamos? ¿Valdrán nuestros estudios universitarios allí? ¿Tendremos trabajo? ¿Cómo se lo contamos a los abuelos, tíos, primos, amigos? ¿De verdad nos vamos a ir de nuestro país? ¿Podremos volver algún día?

Empezaron a moverse:

-El padre, se fue una semana al lugar de destino para verificar las opciones de estudio y trabajo. Al volver, reunió a la familia y les dijo: Podría irme primero yo y organizar todo, garantizando que cuando lleguen ustedes todo estará en orden (colegio y trabajo); pero creo que somos una familia y debemos estar juntos en las verdes y las maduras… No será fácil, pero nos llevaremos nuestros ahorros para los primeros meses.

-Vendieron sus dos únicas pertenencias materiales (el coche y una acción en un club) y compraron los pasajes.

-Comunicaron en sus trabajos y en los colegios de las más pequeñas la fecha de salida.

Los familiares y amigos organizaron reuniones para darles abrazos y besos que duraran hasta que se volvieran a ver, porque solo era un «Hasta luego». Las lágrimas fueron las protagonistas, aunque el buen humor y las risas consiguieron hacer de las despedidas un grato momento.

A pesar de tenerlo todo listo para emigrar, seguían asistiendo a los eventos pacíficos para lograr un mejor país. Un día, en el metro, al volver de una manifestación, la hermana mayor tuvo un cruce de palabras con una persona seguidora del régimen, la cual intentó golpearla. Al llegar a casa, con el susto en el cuerpo, se sentaron los siete e hicieron una promesa: Ya tenemos fecha de salida, confiamos en estar todos, pero si algo le pasara a alguno, no nos detendremos y seguiremos adelante. Las lágrimas corrieron por sus rostros, porque ya estaba siendo duro dejar tantas cosas como para pensar en que alguno muriera antes de salir. Gracias a Dios, los 7 miembros de la familia y su perrita llegaron sanos y salvos al aeropuerto de Maiquetía el 12 de marzo; cogieron sus 14 maletas y emprendieron rumbo a una aventura de la que no tenían ninguna garantía de éxito, solo sabían que lo harían juntos en familia.

La segunda parte de esta historia transcurre en otro continente. Os la contaré en una próxima entrada.

Historia escrita en el año 2016

AdrIsa 😘

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